Ansiedad: Cómo distinguir cuando se convierte en un problema.
Ansiedad: Cómo distinguir cuando se convierte en un problema.
Es probable que más de una vez te haya pasado que sin darte cuenta estás mordiéndote las uñas o sientes que el último tiempo fumas más de lo habitual, te cuesta regular la alimentación, piensas mucho antes de dormir lo que afecta la conciliación del sueño o tienes la sensación de que se te olvidan algunas cosas. Muchas de estas sensaciones se pueden relacionar estrechamente con la ansiedad.
La ansiedad es una emoción básica que es vivida como algo desagradable, pues se relaciona con una sensación emocional de tensión e inquietud que está acompañada de variada sintomatología. Esta sintomatología no solo es física (sensaciones corporales como taquicardia, sudoración de manos, presión en el pecho, boca seca, entre otras), sino también, se relaciona con componentes cognitivos y comportamentales. Es decir, cuando estamos ante una situación que nos genera ansiedad es probable que nuestras sensaciones corporales vayan acompañados de pensamientos, ideas y conductas que se suscitan a partir de esta emoción y que muchas veces pueden ser facilitadores de la prolongación de esta emoción.
Es importante señalar que la ansiedad pese a las sensaciones desagradables que provoca, no es una emoción negativa en sí misma, se trata de una emoción que permite que nos adaptemos a las circunstancias que nos rodean. De alguna manera la ansiedad opera como un termómetro contextual que permite que vayamos detectando y valorando las situaciones en las que nos encontramos y podamos responder acorde a las circunstancias. Es más, la ansiedad es la emoción que nos permite estar dispuestos para la “huida o el ataque” ante situaciones que son percibidas como amenazantes. Un ejemplo concreto de ello podría ser estar ante una situación de amenaza como sentir de pronto que sale olor a gas o humo. La ansiedad en ese momento es lo que permite que nos dispongamos conductualmente a intentar resolver el problema actuando de manera rápida y privilegiando la supervivencia (revisar el lugar, abrir ventanas, buscar la fuente desde donde proviene el olor, protegernos, etc).
El problema aparece cuando este termómetro de alguna manera se “descalibra” y provoca que muchas situaciones contextuales de nuestro día a día sean leídas como amenazantes, lo que provoca, que la ansiedad se convierta en una emoción constante.
Es importante recordar que nuestra mente es compleja y opera muchas veces mediante mecanismos que puede costarnos reconocer. Es por esto que nos puede suceder que sea muy difícil de explicar y controlar esta sensación de ansiedad más “generalizada”, es decir, esta sensación de que la ansiedad está presente por más tiempo del que quisiera o a veces me provoca sensaciones que incluso hacen complejo el cotidiano (ahogos, sensaciones de estar teniendo un “ataque cardíaco”, posibilidad de volverse loco, entre otros).
Ante esta situación antes descrita se vuelve muy importante pedir ayuda, pues la mantención de la ansiedad, además de lo desagradable, genera un desgaste emocional y físico importante convirtiéndose en algo muy agotador y que requiere de mucha energía.Te recomendamos que en estos casos puedas acercarte a personas en las que puedas confiar o consultes con profesionales que puedan ayudarte a manejar esta emoción o “calibrar” nuevamente el termómetro.